domingo, 30 de marzo de 2014

Jakarta y el hombre que se llamaba como un supermercado (Parte II)


(continúa del capítulo anterior...)

La visita al museo se hizo realmente amena y resultó corta. Nos habíamos quedado con ganas de más. Mientras terminábamos, nos contó cómo gestionaba un pequeño taller donde daba cobijo a casi cien niños sin estudios, a los que transmitía el arte heredado de su familia, y cuya manutención realizaba a base de las ventas de las marionetas artesanales que realizaban. Acabada la visita, salimos de nuevo con él a la calle, y a tan sólo veinte metros entramos a un pequeño local donde junto a una mesa se encontraban multitud de herramientas, títeres y marionetas. Nos sentamos, comenzó a desgranar con su locuaz inglés los pasos de aquella complicada técnica, y alardeando con su punzón y martillo nos mostró personalmente como se agujeraba con minuciosidad un pedazo de la piel seca de vaca recortada ya para ser trabajada, y cómo un pequeño error podía dar al traste con la construcción de aquellas pequeñas joyas. Con profusión de detalles nos habló también de cómo se pintaban a mano después, y de los diferentes tamaños y deidades representadas.







Una vez hubo acabado su pequeña demostración, nos enseño algunas de las marionetas, títeres o como quiera que se denominaran, que estaban terminadas y listas. Aldi nos indicó amablemente que si queríamos, podríamos encontrar con seguridad estas maravillas típicas indonesias en algunas tiendas, pero nos advirtió que posiblemente serían industriales, las pieles utilizadas artificiales, y con una calidad muy lejana de las fabricadas a mano que nos acababa de mostrar., aunque indudablemente serían más baratas. Preguntamos por los precios, ya que si queríamos un recuerdo de Jakarta, aquel iba a ser posiblemente el mejor de todos. Tras pasar innumerables modelos por nuestras manos cada uno nos decidimos por una distinta, pero todas ellas ciertamente hermosas, y después de regatear un rato (no demasiado, nunca fui bueno en esto...), nos llevamos aquellas pequeñas obras de arte envueltas en un poco de cartón y papel como buenamente pudo nuestro amigo Aldi.

Y hasta aquí la historia...

No, claro que no. La historia no acaba aquí. Ahora viene lo mejor.

Un par de días después, era hora de volver a casa, y mientras paseábamos por el aeropuerto haciendo tiempo entre tienda y tienda, algo llamó mi atención. Allí, en una estantería, estaban todas y cada una de las marionetas hechas de piel que Aldi nos había enseñado. Exactamente las mismas, docenas y docenas, todos los modelos, perfectamente envueltas y listas para que los turistas se pudieran llevar un bonito recuerdo.... Idénticas como clones. Pero, un momento, ¿no había dicho el bueno de Aldi que cada una de ellas era exclusiva? ¿Que las que encontraríamos en las tiendas serían industriales y de mala calidad? Joder, ¡pero si eran las mismas y mucho más baratas! No había duda, estaban hechas del mismo material, la misma pintura, la misma estructura, las mismas figuras que habíamos visto en aquel taller... o, ¿no era un taller? Pues no, claro que no, probablemente no lo era. La piel que con tanto esmero picaba para hacer los contornos interiores de aquellas figuras sería con seguridad la misma que enseñaba desde hace años una y otra vez a turistas ávidos de escuchar sus historias, simulando ser un auténtico artesano. ¿Y los niños? Pues era todavía menos probable que allí hubiera niños acogidos... También en ese momento pensé que era infinitamente improbable que Aldi hubiera actuado en España, o que la mitad de los títeres mostrados en la exposición fueran construidos por varias generaciones de su familia.

Sí amigos, admito que me entra la risa floja ahora mismo escribiendo esto. Nos timaron como a esos turistas japoneses que llegan a Madrid y les cobran una fortuna por una paella típica valenciana más pasada que la Duquesa de Alba. Y diréis que qué tiene de gracioso que te timen. Pues todo depende del arte que gaste el embaucador, y de la gravedad de su triquiñuela. Y en este caso, he de reconocer que si ya me pareció que Aldi era un genio, después, al saber de qué forma nos había engañado, me lo pareció mucho más. Tened en cuenta que con las "horas de vuelo" que llevo acumuladas en esta vida, y confiando tan poco como lo hago cuando estoy fuera de mi casa, es muy difícil que alguien me tome el pelo a estas alturas. Por eso, lo recuerdo ahora como un actor digno de ganar un oscar, un formidable y entusiasta contador de historias, y el más encantador y fantástico timador que nunca he visto.

Y por caprichos del destino, resulta que la marioneta que ya cuelga en la pared de mi salón posee bastante más valor ahora, porque en vez de ser un simple recuerdo turístico de Jakarta, encierra una extraordinaria lección, y es que por mucho que viajes, por mucho que creas que a ti nadie te engaña, siempre habrá alguien que te haga bajar de ese efímero pedestal al que a veces nos subimos y desde el que nos sentimos por encima del resto. “Yo lo sé todo, yo lo sé todo”… Y es que en algunas ocasiones hace falta caerse del burro para darse cuenta que estamos muy lejos de saberlo todo. La escuela de la vida, que no se enseña dentro de lujosos edificios, sino en la calle por auténticos maestros como el gran Aldi. Y es que como decía el añorado Andrés Montes, "la vida puede ser maravillosa". Y yo añadiría, sólo hay que saber mirarla con los ojos adecuados.




Por cierto, sí vais a Jakarta dadle saludos al bueno de Aldi, y hacedme el favor de comprarle una marioneta, eso sí, regatead un poquito más que yo... 

Sed felices. Hasta la próxima historia.

Isra&Jim

6 comentarios:

  1. Jajaja. Que dura es la vida del turista, siempre con miedo de que le tomen el pelo... Lo mejor es relajarse y no ir en busca de la ganga. Si algo te gusta y te lo puedes permitir, adelante. Siempre te pueden tomar el pelo pero al menos tendras una buena historia que contar.

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  2. Naaaaaaaa !!!!! No me lo creo. Me niego a creer que Aldi no fuera el que decía ser !! Y el museo? Lo había alquilado por horas ??? Noooo... Hay que creer en los cuentos. Este por lo menos. Gracias x ese bonito relato y momento.
    Mx

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  3. Cris, sin duda esta vez me relajé, y mucho... ;-)

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  4. Mx, ya sabes que nadie cree en los cuentos más que yo, así que si alguna vez vuelvo, sin duda dejaré que Aldi me vuelva a enseñar el museo. Lo de comprarle la marioneta no lo tengo tan claro... ;-)

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  5. Opino igual!!! Me creo el museo, las 4 generaciones, los materiales y pinturas de calidad... Me creo a Aldi!!!no tengo tan claro lo de los niños jeje. Y estoy seguro que no sabes apreciar la calidad del titere que te vendió y que luego confundes con la barata imitación del aeropuerto... Mejor nos quedamos con el cuento real de Aldi!!!
    Un tocayo. El del rincón de arriba

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    1. Tocayo, qué alegría! La verdD es que es mejor siempre quedarse con lo bueno, y en este caso, había mucho con lo que quedarse.

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