domingo, 30 de diciembre de 2012

Lo mejor está siempre por llegar...


Se acaba el año, y como decía Mecano, es hora de hacer balance de lo bueno y malo, así que toca reflexionar un poco sobre todo lo ocurrido en estos pasados doce meses. Y puesto a ser lo más objetivo posible, no tengo problemas en reconocer, pese a la que está cayendo ahí fuera, que ha sido una vez más un año absolutamente excepcional. Un año intenso de nuevas experiencias (como  la de escribir este blog), de mucho trabajo (y que no falte), de viajes fabulosos y de alguna aventura extraordinaria también (compartida aquí con vosotros), de reencuentros con viejos y añorados amigos, de algún abrazo de última hora que ya tenía ganas de dar, de muchísimas risas y por suerte, pocas lágrimas, de sorpresas inesperadas, de regalar y de recibir regalos, de tener a uno más en casa (nuestra conejita Noah), de nuevas etapas, y también, porque la vida es así, de algunas noticias algo más tristes.

Pienso también durante esta reflexión en los que lo están pasando mal, que en estos momentos son muchos, más de los que posiblemente creo, y me produce cierto sonrojo reconocer que las cosas me van bien, pero pienso también que probablemente sea más positivo mostrar los sentimientos personales optimistas y vitales, que ocultarlos, o mucho peor, negarlos.


Es momento también de nuevos propósitos para el año que comienza, y a sabiendas por experiencia que ni es bueno ni sano marcarse demasiados retos, porque luego no se cumplen, iremos pasito a pasito, con pequeños desafíos, que tampoco hay que volverse loco. Sin embargo, hace unos días me desperté con la sensación - como le ocurre a mucha gente - de que muchas veces desperdicio el tiempo sin hacer nada realmente útil, o que me reporte alguna satisfacción, así que me levanté de la cama, cogí un rotulador muy especial (y enorme) que me regalo Szilvia por mi cumpleaños, y ni corto ni perezoso escribí sin pensarlo demasiado en una de las paredes de casa el que será uno de los lemas para este año que empieza (bueno, y para los siguientes porque o pinto de nuevo la pared completa, o esta frase no se borra con nada...).


ENHORABUENA, HOY ES EL PRIMER DIA DEL RESTO DE TU VIDA!
¿VAS A DESPERDICIARLO?...


Será sin duda de nuevo un año de viajes, de hacer cosas diferentes, pero sobre todo, y lo más importante, de intentar que ese bien tan preciado y que tan poco valoramos a veces que es el tiempo, lo utilice mejor que nunca. Parece sencillo, pero ya veremos... ;-) 

Y como no podía ser de otra manera, es tiempo también de agradecer a todos los que me rodean que hagan mi vida mucho más llevadera. Sí, lo sé, a veces me paso la mitad de los post agradeciendo cosas, pero como dice ese buen refrán castellano, "de bien nacido es ser agradecido", y nunca me cansaré de hacerlo. Veréis, la vida sin vosotros no tiene mucho sentido, y esto no es una frase hecha. Soy de los que cree a pies juntillas que el ser humano está hecho para COMPARTIR. Así, escrito con mayúsculas. Venga, en serio amigos, la vida compartida es mucho más interesante, divertida y emocionante, creedme. Por eso, GRACIAS INFINITAS a todos los que ocasionalmente, a ratitos, a largos más ratos, o de continuo compartís pedazos de vuestra vida conmigo, y dejáis que yo los comparta con vosotros. Me hacéis mucho mejor persona y ayudais a que la sonrisa no se borre de mi cara (lo que también contribuye a que me salgan más arrugas, que no se puede tener todo).

Os dejo un link aquí debajo a un vídeo que contiene toda la auténtica y genuina esencia del "efecto wanderlust" y que preparé hace ya tiempo (¡¡tenía ya ganas de utilizarlo en el blog!!) para desearos todo lo mejor en el próximo año.





Disfrutad lo que podais (o lo que os dejen) y aunque no soy de dar muchos consejos, ahí va uno: aprovechad y decidle a la gente que os importa lo que les quereis o lo que sentis por ellos, que mañana puede ser tarde. :-)

Vamos a por el 2013 ¡Feliz año!

P.D. Y no olvideis que LO MEJOR ESTÁ SIEMPRE POR LLEGAR...


domingo, 16 de diciembre de 2012

Nueva York en la memoria, 17 años después...


Hace unas semanas, exactamente el 15 de Noviembre, se cumplieron 17 años de mi primer y único viaje a Nueva York, la autodenominada, no sin razón, capital del mundo. Era 1995, y fue también, a pesar de los numerosos y muy diversos viajes que hice posteriormente y hasta el día de hoy, la única vez que he cruzado el gran "charco".
 
Recuerdo con especial cariño y sobre todo con añorada nostalgia aquel viaje. Y no sólo por el viaje en sí mismo, sino por la forma tan espontánea en la que surgió la idea, y sobre todo por la persona con la que compartí aquella pequeña locura, mi buen y viejo amigo Suso, así como por la forma tan metódica en que preparamos aquella aventura en unos tiempos en los que aún no había internet como lo conocemos hoy. Para haceros una idea, la reserva del hotel (un albergue YMCA), la hicimos llamando por teléfono desde una cabina de la Plaza Mayor de Valladolid. Si cierro los ojos ahora mismo nos veo a Suso y a mi junto a la cabina de monedas, con un inglés extremadamente limitado, preguntando por el auricular si alguien por allí hablaba español (con la enorme fortuna de que así fue).
 
Las calles, los monumentos, los metros que debíamos coger, los museos que queríamos visitar, y todo el plan de viaje lo fuimos decidiendo sobre un mapa gigante de Nueva York que montamos con más de veinte fotocopias A4 de trozos de mapas de una guía de la biblioteca municipal. Me entra la risa floja cuando me acuerdo de aquella "sábana", cuyo montaje fue una labor de chinos, pero cuya apertura para marcar lugares y rutas y vuelta a doblar y cerrar era trabajo todavía mucho más titánico...
 
El caso es que unas semanas después, nos plantábamos en Nueva York al estilo Paco Martínez Soria, salvando evidentemente las distancias ya que nosotros no llevábamos gallinas. No hace falta decir que fueron nueve días fantásticos que aprovechamos hasta la extenuación, y que al escribir estas líneas afloran cientos de recuerdos y anécdotas que llenarían varias páginas.
 
El primer recuerdo que tengo es el de grandes columnas de vapor saliendo de alcantarillas y rejillas por toda la ciudad, como en las películas que había visto tantas veces con Nueva York de fondo. A eso siguieron las primeras vistas de los rascalielos, los taxis amarillos, la quinta avenida...
 
 
 
 
Las Torres Gemelas lucían en todo su esplendor sin que los neoyorkinos imaginaran ni por un momento la tragedia que ocurriría años después. Su imponente silueta dominaba el skyline de la ciudad, y las vistas desde su terraza en la azotea eran absolutamente imponentes, como dan buena fe las pocas y viejas fotos que conservo de aquel viaje.
 
 
 
 
 
 
 
Hago aquí un inciso porque el tema de las fotos fue una de esas cosas que no se olvidan. Recuerdo perfectamente que compramos cinco cámaras de usar y tirar. La compra de aquellas cámaras de la ya casi desaparecida y en quiebra Kodak, fue en aquellos momentos la solución más cómoda y barata para dos veinteañeros que viajaban con no muchos recursos. Todavía oigo ese ruido de carraca cuando movías la ruleta para pasar el carrete y dejar la cámara lista para la siguiente foto. Ciertamente, nunca pudimos imaginar que de las cinco cámaras sólo se salvarían los carretes de dos de ellas (uno de fotos panorámicas). Para nuestra enorme decepción y frustración, al llegar a España tres de los carretes salieron completamente velados. Nunca supimos por qué, pero bien mirado, la verdad es que pudo ser peor, y al fin y al cabo ahora, 17 años después, podemos mostrar esas pocas fotos que se salvaron a los amigos, o incluso sacar algunas de ellas a la luz en este blog.
 
Aparte de este contratiempo, el resto del viaje fue una experiencia única e irrepetible. Central Park nos dejó mudos. Jamás habíamos visto un parque de tal extensión, ni un lago que se parecía más a un mar que a una laguna. Ni habíamos visto praderas y avenidas de tal tamaño. Ni una pista de patinaje sobre hielo como aquella, que superaba con creces cualquiera que hubiéramos visto hasta ese momento (si es que habíamos visto alguna antes de aquel viaje). Pasear un domingo de otoño por aquella maravilla de la naturaleza en medio de la ciudad más cosmopolita del mundo nos parecía entonces un lujo al alcance de muy pocos.
 
 
 

 
 
 
Para hacer todavía más especial el viaje, coincidió además una de las jornadas con el Día de Acción de Gracias, el día del año en que los norteamericanos se juntan con toda la familia, al estilo de lo que sería en España la Nochebuena. En el desfile por las calles de NY había más de un millón de personas, lo que lo convertía en el evento más multitudinario al que jamás habíamos acudido. Realmente espectacular, si bien es cierto que el resto del día la ciudad se quedó absolutamente muerta y vacía. Todo cerrado y ni un alma en la calle, y claro, las verdad es que primos o tíos en NY para ir a cenar pues no teníamos...

Aquel viaje fue uno de los que más me he reído en toda mi vida. Os podeis imaginar las cantidad de anécdotas que nos sucedieron a dos vallisoletanos en NY durante esos días. Esa señora que se encaprichó de la cazadora de Suso ("I like your jacket, I like your jacket"), o aquel zampabollos sentado a nuestro lado en el Madison Square Garden que necesitaba dos asientos y medio... Aquel callejón de poca confianza donde mi buen amigo se empeñó en hacerse una foto con una auténtica banda de raperos de aspecto poco amigable... Por no hablar de esos partidos jugados en la cancha de baloncesto situada en plena 4ªplanta del edificio del YMCA donde dormíamos, a los que llegábamos cada tarde agotados después de patear la urbe (yo más que Suso, que tenía, y aún tiene, mejor forma física que yo) y en los que nos dábamos unas soberanas palizas, que combinábamos con algún partido de voleyball, donde también se dió alguna anécdota que otra... O aquella mujer de la limpieza que nos empezó a gritar al estar limpiando y entrar nosotros en la habitación. Aún hoy creemos que es por el olorcillo que dejaron unas ropas sin lavar durante "unos" días. Un detalle sin importancia... ;-)


Suso (segundo abajo por la izda) y yo ( segundo de pie por la izda) en el pabellón del West Side YMCA.

En fin, ya tenía ganas desde hace tiempo de sacar esta historia (en formato muy abreviado) que me ha hecho sonreir e incluso soltar alguna carcajada mientras la escribía.

Esta entrada del blog, como no podía ser de otra manera, va dedicada al bueno de Suso. Ambos sabemos que algún día tendremos que volver por allí, y aunque cada día se vuelve un poco más complicado, todavía tenemos tiempo de sobra.

Hasta la próxima. Sed felices.
 
 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Síndrome de súbita tristeza postvacacional

 
 
INICIO.
 
 
Silencio.
Lectura.
Paseo junto al río.
Jacuzzi.
Relax.
Paz.
Jardín.
 
 
 
 
 
 
Silencio.
Suena un pájaro picapinos.
Siesta.
Sofá.
El conejo, el zorro, el gato y el perro.
Un poco de sol.
Más sol.
Silencio.
 
 
 
 
 
 
 
Más lectura.
Sauna.
Fotos.
Desconexión neuronal.
Sin cobertura.
Descanso, descanso, descanso...
Silencio.
 
 
 
 
 
FIN
 
:-(


domingo, 2 de diciembre de 2012

Budapest, el oxímoron perfecto (parte III)


Sí, lo sé, esta vez me he despistado un poco con las fechas, y la pereza ha podido conmigo, pero aquí está la tercera y última parte de mi particular y muy personal Top 10 de Budapest...
 
 
8 – La Plaza de los Héroes, el Parque Városliget y el Palacio de Vajdahunyad
 
La Plaza de los Héroes y sus alrededores son una de las zonas más visitadas de Budapest, por lo que no os sorprendais si al llegar allí veis aparecer continuamente autobuses repletos de rusos, españoles o japonenes que llegan en hordas a la citada plaza.
 
Aunque visitar esta zona - al igual que el resto de la ciudad - en Navidades tiene su encanto (como lo acredita estas fotos que tomé hace un par de años en la Plaza, el Palacio y el Parque), la verdad es que el verano nos muestra otra cara muy diferente y agradable, sobre todo para pasear en las zonas como ésta, rodeadas de hermosos parques.
 
 
 
 
 
 
La plaza, flanqueada por el Museo de Bellas Artes y el Palacio del Arte es un buen punto de partida para un bonito  paseo por el Parque Városliget, que encierra algunos tesoros como los Baños Széchenyi y sobre todo el Palacio (también llamado Castillo) de Vajdahunyad, flanqueado por un hermoso lago artificial junto al que si el tiempo acompaña, nos podremos sentar en uno de sus numerosos y confortables bancos para disfrutar de las vistas... y tomar un poco el sol (aquí os dejo otra fotillo exactamente en ese preciso lugar hace un par de veranos, vaya diferencia con las fotos de arriba, eh!...).
 
 
 
 
No me olvido tampoco de la enigmática escultura junto al mencionado palacio, una de las más famosas de Budapest, la de un personaje anónimo y sombrío, fotografiado sin cesar por los turistas, y con un simbólico significado para los húngaros como el cronista que relató los orígenes de la patria magiar.
 
 
 
 
Al igual que ocurría con el Parlamento, el Castillo y el Bastión de los Pescadores, os dejo en este caso que mireis las guías, que seguro que traen mucha y mejor información que las que os pueda dar yo aquí.
 
 
9 – Tomar un café en una librería.
 
Budapest, como otras grandes ciudades, tiene docenas de librerías. La mayoría no son especialmente antiguas o estéticamente muy diferentes a muchas de las que podemos encontrar en Madrid, por ejemplo. Sin embargo, muchas de ellas poseen maravillosos cafés en su interior donde sin problema alguno, podremos coger un libro y leerlo mientras degustamos tranquilamente nuestra bebida. Si os soy sincero, no he encontrado todavía un mejor sitio que estas librerías para tomar un largo café en la ciudad durante los fríos días de invierno.
 
Dos recomendaciones, ambas de la cadena Alexandra: La que se sitúa en Nyugati tér 7, con un pequeño y tranquilísimo café en su tercera planta, y la enorme librería situada en la no menos imponente e imperial Andrássy Útca (por favor, NO OLVIDEIS recorrer esta larga y lujosa avenida de unos 3 km llena de glamurosas tiendas e imponentes edificios hasta su final en la Plaza de los Héroes), cuyo café en la segunda planta está situado en un aristocrático salón que parece sacado de un palacio real, y si os parece exagerado, mirad las fotos.
 
 
 
Hay otras muchas librerías, algunas además recomendadas por las guías, y que no he podido visitar, como por ejemplo Massolit (en la foto), pero estoy seguro que cualquiera de ellas con un buen café en el interior merecerá la pena para reposar y coger aliento, que Budapest es muy grande y os harán falta buenos avituallamientos.
 
 
 
 
10 – Un restaurante y un bar para disfrutar fuera de los circuitos de turistas…
 
Por último, si lo que queremos es huir definitivamente de los circuitos turísticos y pasar un día alejado de japoneses haciendo fotos, os recomiendo un par de lugares ciertamente especiales, ya en las afueras de la ciudad y bastante distanciados entre sí, indicados únicamente (el que avisa no es traidor) para cuando las condiciones climatológicas sean como mínimo, primaverales...
 
En primer lugar, el Nancsi Neni, un restaurante típico húngaro, lo que en España podríamos asemejar a esos tradicionales merenderos de toda la vida, pero con un encanto absolutamente especial, con sus mesas de manteles a cuadros, su acordeonista propio amenizando la comida, sus pequeños detalles en cada rincón, y por supuesto sus deliciosos platos locales…
 
 
 
 
Como os digo, está muy alejado del centro, así que si quereis más información sobre cómo llegar hasta allí, aquí os dejo el enlace del sitio:
 
http://www.nancsineni.hu
 
Y después de comer, nada mejor que coger el autobús, coche o incluso mejor un taxi (el lugar está lejos) y evadirnos por un momento del mundanal ruido junto al Danubio para reposar nuestra comida, sentados en la terraza playera de un bar absolutamente bohemio y con un cierto toque de surrealismo mágico llamado Fellini Római Kultúrbisztró. Se trata de un viejo y auténtico carromato desde donde sirven unas estupendas limonadas (bebida nacional magiar en verano) mientras descansamos sobre unas desvencijadas pero cómodas hamacas sobre la misma playa. Lugar idílico y alternativo para una obligada siesta - escríbase “szieszta” en húngaro - tras el homenaje gastronómico.
 
 
 
 
 
La verdad es que un Top 10 se queda corto, pero incluso un Top 100 de Budapest se me seguiría quedando corto, así que ahora sólo os queda decidiros, buscar un puente apropiado para la ocasión, y comprar los vuelos con suficiente antelación para conseguir un buen precio. Wizzair y Ryanair son las dos compañías que vuelan a Budapest, y si somos capaces de llevar sólo equipaje de mano, por poco más de 100 euros podreis encontrar vuelos directos.
 
¡A distrutar!