domingo, 30 de septiembre de 2012

Nostalgia del Camino

La semana pasada, mientras conducía por razones de trabajo en dirección a Aguilar de Campoo, pasé junto a Frómista. Era muy temprano, apenas había amanecido, y pude ver ya varios peregrinos caminando por el puente que cruza justo encima de la autovía, comenzando su jornada para finalizarla muy probablemente en Carrión de los Condes. Admito que al verles, un escalofrío que conozco muy bien recorrió todo mi cuerpo. Es precisamente allí donde empecé mi Camino, y digo que conozco muy bien esa sensación porque nunca ha dejado de perseguirme desde que acabé el Camino hace ya más de tres años, y porque muchas cosas cambiaron a raíz de aquella aventura.
 
Ya os había adelantado en varias ocasiones que tarde o temprano hablaría del Camino. Y lo haré de una manera especial. Para que no me traicione la memoria recordando aquellos maravillosos días, copiaré y pegaré aquí varios extractos de mis memorias del Camino, cogidos un poco al azar junto con varias de las fotos que hice, y que pude compartir casi en directo con algunos de vosotros durante aquél mágico verano. Una experiencia inolvidable.
 
 
24 Julio 2009
Buscaba la palabra para definir la sensación al estar sentado aquí, viendo como atardece. Y creo que la palabra podría ser serenidad. Se oye hablar a los paisanos, y también a los peregrinos sentados en los bancos alrededor de la plaza. Me parece que es hora de sacar el bocadillo y disfrutar de esto un poco más...”

 
 
25 Julio 2009
“...he hecho la colada, claro. Porque hay que lavarse la ropa de vez en cuando, y... bueno, en esto de "lavar" la ropa caben varias interpretaciones: ¿es necesario usar jabón para considerar que has "lavado" la ropa? Si es así, rectificaré, y diré que he "dado un agua" a la ropa...”

 
 
27 Julio 2009
“La mayoría de la gente que compartíamos albergue hemos salido a las 5.30 de la mañana. Os aseguro que caminar a esas horas entre campos de cereal, y a oscuras, es algo indescriptible. Por alguna razón, imagino que por la sensación de inseguridad, todos los sentidos se agudizan, y se perciben olores y sonidos que de otra forma sería imposible captar. Es algo difícil de explicar aquí.
 
Y qué os puedo contar de ver amanecer mientras caminas. Mientras el sol sale a tus espaldas, el cereal se tiñe de color, pasando de la oscuridad más absoluta al dorado más intenso en cuestión de minutos. Esto sí que es algo grande.”

 
 
28 Julio 2009
“Os contaré que Venanzio Mondadori es un hombre de 60 años, del norte de Italia, que hace el camino por años en varias etapas, y que este año llegará por fin a Santiago. Profesor de enseñanza secundaria, apasionado de su trabajo. Hombre sereno, tranquilo, de inmensa humanidad. Su mujer se une a él en los próximos días. Se diría que es un hombre feliz. Al menos feliz consigo mismo. Y si yo escribo estas crónicas, que parecen largas, tendríais que ver lo que él escribe en su cuaderno. Ayer escribió más de 10 páginas. Venanzio es un hombre de izquierdas, con fuertes creencias religiosas que no trata de vender ni imponer a nadie. Sus hijas, de 34 y 26 años, son parte muy importante de su vida, pero las ha enseñado a ser independientes desde muy pequeñas. Ellas pasarán un tiempo en el extranjero los próximos meses...”
 
 
 
29 Julio 2009
“Los primeros 20km los he hecho solo, sin encontrar ni un solo peregrino. Cuando ocurre esto es inevitable pensar: "vaya, me he equivocado y seguramente voy camino de Albacete sin darme cuenta". Afortunadamente un ciclista me ha alcanzando confirmando que, o bien íbamos los dos para Albacete, o bien estaba siguiendo la senda correcta.”
 
30 Julio 2009
“Una vez llegados a Astorga, y tras el pertinente sellado de la credencial en la catedral, ha llegado el momento de la despedida, ya que yo seguía camino hacia Rabanal. Os estaréis preguntando como puedo hablar de despedida si apenas los conocía. Bueno, no puedo explicaros estas cosas, porque ya os dije que hay que estar aquí para vivirlo, pero solamente puedo decir que han sido dos de los abrazos más honestos y emocionados que me han dado en mucho tiempo, que me confirman una vez más que no me equivoqué al decidir hacer el camino.”
 
1 agosto 2009
“…seguimos en Rabanal. Y como ya podéis suponer, eso significa que no estoy bien. El tobillo sigue hinchado, y el dolor, aunque me permitiría al menos intentarlo, es suficientemente importante como para saber que si hoy camino, mañana me tengo que ir a casa. Y ya veremos si no me tengo que ir de todas formas. En cualquier caso, TODAVIA ESTOY AQUI, y el abandono no entra en mis planes, al menos no hoy.”

 
 
2 Agosto 2009
“…a medida que ascendíamos, nos acercábamos lentamente a las nubes blancas que cubrían las laderas de la montaña. Cuando hemos alcanzado las nubes, y a medida que el sol subía en el horizonte, se ha creado una cierta atmósfera fantasmagórica, con las figuras de los peregrinos avanzando a contraluz entre las estrechas sendas del camino. He de reconocer que hoy se respiraba algo especial en la etapa. Algo diferente a otros días.…”
 
 
 
5 Agosto 2009
“…los italianos, sin lugar a dudas, y sin tener en cuenta a los españoles, son los más numerosos del camino. Después les siguen alemanes y franceses. Y luego, de todo un poco. He conocido en estos doce días a polacos, húngaros, canadienses, americanos, australianos, eslovenos, eslovacos, brasileños, coreanos, japoneses y un largo etcétera de otras nacionalidades…”
 
“…mientras, un concurso de dibujos de tipos de culos sobre el mantel de papel de la mesa. Culo pollo, culo plano, culo descolgado... Así como suena. Los finalistas, Andrea (nombre de chico en Italia) y yo. Perdí en el último momento. Me quedé sin ideas de culos.”
 
6 Agosto 2009
“…allí solo faltaban Légolas disparando flechas a las vacas del camino y Frodo llevando el anillo a la casa de empeños de Santiago en una arriesgada misión. De hecho, casi me ha parecido escuchar una preciosa canción elfica a lo lejos, aunque al poco tiempo me he dado cuenta que era una radio que emitía reguetón para entretener a las vacas…
 
7 Agosto 2009
“…sorprendentes descubrimientos, y hasta hoy, he comprobado que se puede lavar la ropa con champú de huevo, con un excelente gel de baño con aloe vera para pieles sensibles, con un jabón de La Toja con sales dermoprotectoras, y finalmente, hace un rato, con un sucedáneo de Mistol que usan para el lavavajillas del albergue ha hecho milagros con mis calcetines y calzones.”
 
8 Agosto 2009
“…de repente, y entre unos árboles de tronco más estrecho allí estaba. Ese inconfundible cartel, en medio de la espesa foresta, a más de 3km de cualquier pueblo conocido, anunciando... el ¡¡Bar Manolo!!, desayunos con zumo y tostadas por 3,70 euros.”
 
 
9 Agosto
“…me han venido a la cabeza todas las personas que he conocido en el camino, todas las experiencias que he vivido, esta inusitada y desconocida sensación de libertad, y esta no menos sorprendente inspiración para escribir estas crónicas…”
 
“…¿Pero queréis saber algo? Santiago no es el fin del camino. El camino es una excusa como otra cualquiera. La vida es el verdadero camino, y como me aconsejó hace muy poco una grandísima persona, "no recorras la vida, vívela".”
 
 
 
Pues eso es todo por hoy.
Buen Camino.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Fotogramas en mi retina

El cine, el séptimo arte. Ese mundo absolutamente mágico que por unos instantes nos transporta a paraísos soñados, que nos hace cómplices de amores imposibles, o nos sitúa en la escena del crimen perfecto. Que hace que nos olvidemos de la mundanal rutina, y que también por un momento, nos permite empatizar o incluso ponernos en el papel de ese galán, del aventurero, de la espía o de la bella científica protagonista de ésta o aquella película.
 
Me apasiona el cine, y a lo largo de los años, igual que muchos de vosotros, he acumulado cientos y cientos de películas en ese increíble e intrincado disco duro que es nuestra memoria, desde aquella primera vez que mis padres me llevaron a ver al cine, y que si no recuerdo mal, fue para ver la Guerra de las Galaxias. Todos tenemos grabados en nuestras retinas aquella escena que nos puso los pelos de punta, aquella otra que nos encogió el corazón de emoción, o la que nos hizo reír durante varios días. Seguro que recordamos esos segundos que nos hicieron llorar ríos de lágrimas, o ese terrible susto en la pantalla que nos hizo saltar varios centímetros del asiento. Y es que eso es el cine.
 
No es mi intención hablar hoy aquí de películas, ya habrá otro día para ello, pero sí me apetecía ya desde hace algún tiempo aprovechar el blog para mencionar algunas escenas que perduran en mi memoria. Me resulta difícil hablar aquí de las que serían mis escenas favoritas, porque tendría cientos de ellas, así que como ya es habitual a veces en el blog, iré escribiendo sobre unas cuantas seleccionadas entre el caos de imágenes que vayan viniendo a mi memoria. Ya sé por tanto que olvidaré docenas de ellas. Probablemente algunas corresponden a películas mediocres y otras a grandes filmes de la historia. No importa, no son las mejores escenas del cine, pero por una razón o por otra, todas ellas han quedado grabadas en algún rincón de mi cabeza y su aparición aquí tendrá su sentido.
 
Empiezo a pensar, y me viene a bote pronto a la memoria aquella romántica escena de EL PACIENTE INGLÉS, pero no de los protagonistas principales, sino de Hana (Juliette Binoche) y Kip (Naveen Andrews), papeles secundarios - pero no menos importantes - y presentes en esta hermosa secuencia de una película no menos hermosa.
 
 
 
 
Cierto es que escenas románticas hay miles, pero ésta es la que me vino a la cabeza. Podría también haber pensado en películas como MEMORIAS DE ÁFRICA, LOS PUENTES DE MADISON, ALGO PARA RECORDAR, NOTTING HILL, etc… pero también he intentado huir en este post de las escenas más clásicas y muchas veces reproducidas hasta la saciedad, que para eso ya hay otros blogs y otros listados que podéis encontrar en internet.
 
Sigo pensando, y como si se tratara de una bola del bombo del sorteo de navidad, extraigo de repente otro momento excepcional. Es el final de LOST IN TRANSLATION. Los que no la vieron y quieran verla que no sigan leyendo. Un Bill Murray en uno de sus mejores papeles deja de lado por un momento su amargura y hastío cuando conoce a la joven interpretada por Scarlett Johansson. Al final, como muchas cosas en esta vida, no hay un final feliz, y sin embargo el espectador contempla la escena final desde una relativa tristeza, entendida como parte de esta bella función que es la vida, y que sigue más allá de las despedidas y de los amores imposibles. La secuencia no es especialmente brillante (aunque sí la música), pero pone un digno y tierno colofón a una maravillosa – aunque extremadamente lenta, lo advierto – película. 
 
 
 
 
Y así, sin orden ni concierto, paso de un final de película a los primeros 60 segundos de otra. La escena de nuevo no es brillante ni un hito en la historia de la cinematografía, pero el discurso de inicio de la película (imágenes y voz en off) sí me cautiva. He elegido esta escena sobre todo, porque lo he vivido en mis muchísimas esperas en los aeropuertos, y os aseguro que si prestáis atención cuando estéis en uno de ellos, os podéis llegar a emocionar contemplando escenas como las de este comienzo de LOVE ACTUALLY.
 
 
 
 
Sigue reinando el caos en mi mente, y esta vez aparece una escena que posiblemente sea la menos conocida de las que hoy suba al blog. A mi juicio, una de las más poéticas que nunca he visto. Es parte de EL CAMINO DE LOS INGLESES, una película dirigida por Antonio Banderas, compleja y difícil de digerir, lo reconozco, pero que sólo por ver escenas como ésta mereció la pena.
 
 
 
 
Ya había pasado antes como una estrella fugaz, pero ahora se detiene súbitamente una canción en mi mente. Se trata de una exquisita aria de la ópera bufa “Las bodas de Fígaro” de Mozart. Posiblemente algunos ya sepáis de qué escena y de qué película hablo: CADENA PERPETUA, con unos sensacionales Tim Robbins y Morgan Freeman. Este momento es único, brillante, absolutamente emotivo. Reconozco que se me pone siempre la carne de gallina al ver la escena, sin saber muy bien por qué.
 
 
 
 
Hay sin duda muchas más escenas emotivas que pululan por mis neuronas, como la secuencia de los búfalos en BAILANDO CON LOBOS, algunas de la inolvidable FORREST GUMP, y cómo no, de la tierna y mágica BIG FISH.


Aparecen ya varias escenas cómicas en mi mente que hasta ahora había dejado pasar a un segundo plano, como dando menos valor a la comedia, cuando de todos es sabido que es más difícil hacer reír que hacer llorar. De todas esas secuencias cómicas en las que pienso, la mayoría son de los Hermanos Marx, así que me resulta difícil elegir, pero la escena del camarote de UNA NOCHE EN LA OPERA es ya un clásico de la historia del cine cómico que me hace llorar… de risa. ¡No os la perdáis por favor!
 
 
 
 
Y siguiendo con la comedia, me quedo con otra película de las de antes. UN CADAVER A LOS POSTRES. Una comedia exquisita con el inolvidable, entre otros, David Niven. Estoy seguro que muchos recordaréis esta hilarante escena…
 
 
 
 
Podría hablar de docenas de momentos que me han hecho terminar con dolor de abdominales por la risa, como muchas escenas de las películas francesas LA CENA DE LOS IDIOTAS o la también francesa BIENVENIDOS AL NORTE. Hay también momentos memorables de unos pocos segundos donde he oído a todo un cine muriendo de la risa, como cuando Brad Pitt simula ser italiano en la disparatada, violenta y magnífica locura de Tarantino, MALDITOS BASTARDOS. Esas tres palabras que pronuncia el Sr.Pitt en su papel de americano pasando por italiano frente a un general nazi son de las que no se olvidan...


Hay muchísimas más escenas que aparecen en mi mente, esta vez de acción, pero no puedo poner hoy doscientos videos, entre otras cosas porque no creo que el blog esté preparado para ello. Recuerdo la increíble persecución en THE ITALIAN JOB – la original - con los Minis, aunque vista tantísimos años después parece un poco ingenua, o recuerdo también otras como las protagonizadas por BOURNE en su serie de películas. Pero para persecución y con cierto tono de comedia, no perdáis la de la película francesa TAXI.  
 
 
Hablando de acción, no olvido tampoco la salvaje y sangrienta apertura inicial de BLADE (sí, a mi me gustan también los vampiros...), con la canción Confusion de New Order sonando mientras los vampiros esperan su ducha de sangre, ni por supuesto dejo de lado las espectaculares (e innovadoras en su momento) luchas de MATRIX, unas de las primeras en mostrar ese efecto efecto slow motion que todos recordaremos en las balas además de la filmación de 360º...
 
En fin, vamos acabando porque de otra manera el blog me temo que se va a hacer muy largo hoy. Al principio dije que no se trataba de elegir mis favoritas, que sin duda hay cientos, sino de ir plasmando aquellas que vinieran a mi cabeza. Pero no es del todo cierto. Haré una confesión que no es tal, ya que ha aparecido en anteriores ocasiones en el blog. Hay una escena omnipresente en mi memoria, y es, sin ningún género de dudas, mi favorita. Cuando al final de BLADE RUNNER, el Nexus 6 llamado Roy - magistralmente interpretado por Rutger Hauer -, pronuncia unas breves palabras a modo de despedida antes de extinguirse. Momentos antes, ha decidido en última instancia salvarle la vida a Rick Deckard, quizás porque en su deseo de no morir, había tomado consciencia de la belleza de la vida, más allá de su condición no humana. Y es que como decía el añorado comentarista Andrés Montes, la vida puede ser maravillosa.
 
 
 
 
Con esta sobrecogedora escena (al menos para mí), acabo por hoy este caótico y desordenado repaso de algunos de los fotogramas que pueblan mi memoria. Pero os invito - y casi os ruego - que me hagáis llegar los vuestros. Ya sabéis que no pretendo que este blog sea un discurso unidireccional, así que me haría mucha ilusión que compartierais conmigo esos momentos de película que también a vosotros os quedaron grabados para así poder también yo disfrutar de ellos. Como digo siempre, este es un blog abierto y aquí todo tiene cabida, así que ESPERO CON IMPACIENCIA VUESTROS FOTOGRAMAS EN LA RETINA...
 
Al final todas estas escenas, las mías, las vuestras y las de todos, contienen la esencia de la vida. El amor, la risa, el llanto, el dolor, la acción, el miedo, la pasión…
 
Nos vemos pronto. Un abrazo.


domingo, 2 de septiembre de 2012

Aquella noche había llovido

“Aquella noche había llovido”.
 
Aquí acaban siempre todos mis intentos por escribir un libro. Vale, reconozcámoslo, muchos esfuerzos no he hecho, más allá de pasarme horas pensando sobre ello. Bueno, al menos tengo una frase, aunque para ser honesto, no dice mucho. Eso sí, en mi defensa he de decir que en estos años he hecho algunos avances meritorios, y han ido apareciendo sucesivas variaciones del comienzo:
 
“Aquella noche había estado lloviendo”.
 
“Aquella noche estuvo lloviendo”.
 
y la más arriesgada tras varios meses de vanas y fútiles combinaciones…
 
“No había dejado de llover en toda la noche”.
 
Al final (por favor decidme que coincidís conmigo), me sigo quedando con la primera, pero diré que estoy muy orgulloso del trabajo realizado hasta ahora en busca de un buen arranque. Sin un comienzo claramente definido, es difícil tener una continuación… Duro trabajo el del escritor de novelas.
 
¿Y el título? Pues la verdad es que no me preocupa mucho el título. ¿Y la historia? Tampoco sé qué contendría, ni mucho menos de qué o quiénes hablaría. Por supuesto, no hace falta decir que ni siquiera tengo un esbozo del argumento. Pero ahora sí estoy seguro que empezaría por esa frase.
 
“Aquella noche había llovido”.
 
Imagino invariablemente a un hombre como protagonista principal, probablemente de mi edad, aunque las pocas veces que le veo en mi mente, me resulta especialmente difícil establecer con precisión qué años tiene. Mediana estatura, o quizás un poco más alto. Su complexión es normal. No es especialmente delgado, aunque a primera vista lo parece. Sin embargo, hay un matiz en su figura que sin saber exactamente qué es, me produce un cierto desasosiego. Está muy lejos de ser un sujeto que pase desapercibido, eso seguro. Su pelo es moreno y muy largo, recogido en una coleta y sin un atisbo de brillo. Lo veo en este inicio del libro abatido, cansado. Si miro de nuevo y presto más atención, observo algún detalle más. El extremo de un tatuaje asoma por su cuello. Es difícil averiguar de qué se trata, pero parece extremadamente elaborado. Me intriga. Tendré que pensar más sobre ello.
 
Pienso también en su apartamento. Oscuro, con poca luz. Un edificio muy alto, gris, arquitectura moderna basada en el cemento como elemento decorativo. El bloque de viviendas se mimetiza con otros iguales a su alrededor. El cemento gana, el cristal y los colores pierden. Aquí vive mi personaje.
 
Posiblemente es otoño, ya casi acariciando el invierno. Sí lo sé, la lluvia de la primera frase podría ser la de una tormenta de verano, siempre inesperada, siempre refrescante, pero algo me dice que no hace mucho calor al comienzo de esta historia, y tampoco consigo captar el fuerte olor a tierra mojada que dejan los chaparrones veraniegos, así que, amigos, no es verano.
 
Quizás la historia se sitúa en París, quizás en Nueva York, o cualquier otra gran ciudad. Aquí tengo muchas dudas. Lo que es seguro, es que no consigo imaginar al principal actor de la novela en un pueblo de Castilla o una villa de la Toscana.
 
Aún es pronto para saber la época en la que se desarrolla la historia. Claro que, en mi caótico desorden de ideas, causa precisa de mi incapacidad para poder escribir un relato coherente, cruza por mi mente la idea de futuro. Posiblemente finales del siglo XXI (a veces me digo a mi mismo que debo sacarme la influencia de Blade Runner si quiero algún día intentar escribir de verdad...).
 
En cualquier caso, siento también que mi personaje tiene una tarea por delante, un reto, un desafío que le obligará a aparcar la vida que llevaba. El sacrificio será duro y no habrá vuelta atrás. Pienso asimismo que esto no es muy original, y que no diferenciaría demasiado a esta novela de otras, pero es evidente que no puedo pretender que mi no-libro sea un best seller empezando con la ya archiconocida frase…
 
“Aquella noche había llovido”
 
Ya está. Lo vuelvo a ver. Veo cómo observa la calle mojada en esa primera escena del libro. Una mano apoyada en la ventana, mientras algunas gotas de la lluvia aún resbalan sobre la superficie del cristal creando carreras figuradas que siempre terminan en el mismo lugar. La otra mano, en un gesto de resignación, agarra su nuca. La cabeza inclinada, la mirada perdida, vacía. La cortina, vieja y raída, está a medio correr. Al interior no pasa más que una luz tenue, y se pueden ver los débiles rayos iluminando el salón. Aún no ha amanecido completamente.
 
Huele a café. Me digo a mi mismo que esto tampoco es original, pero en la escena huele a café. Qué le voy a hacer. Lo que es seguro es que no hay cápsulas, ni máquinas modernas. Lo más que alcanzo a ver en la primera página del libro nunca empezado es una vieja máquina de café, de principios del siglo XX. Esto me despista. ¡Qué contradicción!. Futuro, pasado, presente. Dejaré la ubicación temporal de la novela para más adelante…
 
Si cierro los ojos otra vez puedo ver el interior del salón. No hay colores. Quizás el libro sea en blanco y negro. Vaya, qué tontería, todos los libros se escriben en blanco y negro. Las paredes están cubiertas con papel pintado, recordándome por un momento el estilo psicodélico de primeros de los años 70, pero con tonos tristes y apagados. El sofá, cubierto con una austera manta, confirma mi impresión de que el apartamento donde vive mi personaje es todo menos un hogar. De nuevo me ataca la obsesión por conocer el momento, pero es muy difícil saber con precisión la época en la que se desarrolla la historia. Pese a las pistas del decorado de la pared, me temo que el exterior del edificio y, sobre todo, algunos objetos que no logro identificar en el salón, hacen la escena muy confusa.
 
Abro los ojos de nuevo. Una pena, porque esa inspiración acaba de desaparecer. Ha sido el enésimo intento. Esta vez ha sido muy intenso, pero nunca logro que sean más de treinta minutos de inspiración. Algún día puede que visualice algo más, alguna clave que me de los indicios suficientes para empezar a escribir… dos páginas.
 
Pero al final, como casi siempre, pienso, imagino, fabulo… y no escribo nada. Menos mal que esta vez tenía el blog a mano.
 
“Aquella noche había llovido”
 
Hasta la próxima. No dejéis de leer, escribir, cantar, bailar, saltar, actuar, sonreir, reir... que la vida pasa en un momento.