domingo, 30 de diciembre de 2012

Lo mejor está siempre por llegar...


Se acaba el año, y como decía Mecano, es hora de hacer balance de lo bueno y malo, así que toca reflexionar un poco sobre todo lo ocurrido en estos pasados doce meses. Y puesto a ser lo más objetivo posible, no tengo problemas en reconocer, pese a la que está cayendo ahí fuera, que ha sido una vez más un año absolutamente excepcional. Un año intenso de nuevas experiencias (como  la de escribir este blog), de mucho trabajo (y que no falte), de viajes fabulosos y de alguna aventura extraordinaria también (compartida aquí con vosotros), de reencuentros con viejos y añorados amigos, de algún abrazo de última hora que ya tenía ganas de dar, de muchísimas risas y por suerte, pocas lágrimas, de sorpresas inesperadas, de regalar y de recibir regalos, de tener a uno más en casa (nuestra conejita Noah), de nuevas etapas, y también, porque la vida es así, de algunas noticias algo más tristes.

Pienso también durante esta reflexión en los que lo están pasando mal, que en estos momentos son muchos, más de los que posiblemente creo, y me produce cierto sonrojo reconocer que las cosas me van bien, pero pienso también que probablemente sea más positivo mostrar los sentimientos personales optimistas y vitales, que ocultarlos, o mucho peor, negarlos.


Es momento también de nuevos propósitos para el año que comienza, y a sabiendas por experiencia que ni es bueno ni sano marcarse demasiados retos, porque luego no se cumplen, iremos pasito a pasito, con pequeños desafíos, que tampoco hay que volverse loco. Sin embargo, hace unos días me desperté con la sensación - como le ocurre a mucha gente - de que muchas veces desperdicio el tiempo sin hacer nada realmente útil, o que me reporte alguna satisfacción, así que me levanté de la cama, cogí un rotulador muy especial (y enorme) que me regalo Szilvia por mi cumpleaños, y ni corto ni perezoso escribí sin pensarlo demasiado en una de las paredes de casa el que será uno de los lemas para este año que empieza (bueno, y para los siguientes porque o pinto de nuevo la pared completa, o esta frase no se borra con nada...).


ENHORABUENA, HOY ES EL PRIMER DIA DEL RESTO DE TU VIDA!
¿VAS A DESPERDICIARLO?...


Será sin duda de nuevo un año de viajes, de hacer cosas diferentes, pero sobre todo, y lo más importante, de intentar que ese bien tan preciado y que tan poco valoramos a veces que es el tiempo, lo utilice mejor que nunca. Parece sencillo, pero ya veremos... ;-) 

Y como no podía ser de otra manera, es tiempo también de agradecer a todos los que me rodean que hagan mi vida mucho más llevadera. Sí, lo sé, a veces me paso la mitad de los post agradeciendo cosas, pero como dice ese buen refrán castellano, "de bien nacido es ser agradecido", y nunca me cansaré de hacerlo. Veréis, la vida sin vosotros no tiene mucho sentido, y esto no es una frase hecha. Soy de los que cree a pies juntillas que el ser humano está hecho para COMPARTIR. Así, escrito con mayúsculas. Venga, en serio amigos, la vida compartida es mucho más interesante, divertida y emocionante, creedme. Por eso, GRACIAS INFINITAS a todos los que ocasionalmente, a ratitos, a largos más ratos, o de continuo compartís pedazos de vuestra vida conmigo, y dejáis que yo los comparta con vosotros. Me hacéis mucho mejor persona y ayudais a que la sonrisa no se borre de mi cara (lo que también contribuye a que me salgan más arrugas, que no se puede tener todo).

Os dejo un link aquí debajo a un vídeo que contiene toda la auténtica y genuina esencia del "efecto wanderlust" y que preparé hace ya tiempo (¡¡tenía ya ganas de utilizarlo en el blog!!) para desearos todo lo mejor en el próximo año.





Disfrutad lo que podais (o lo que os dejen) y aunque no soy de dar muchos consejos, ahí va uno: aprovechad y decidle a la gente que os importa lo que les quereis o lo que sentis por ellos, que mañana puede ser tarde. :-)

Vamos a por el 2013 ¡Feliz año!

P.D. Y no olvideis que LO MEJOR ESTÁ SIEMPRE POR LLEGAR...


domingo, 16 de diciembre de 2012

Nueva York en la memoria, 17 años después...


Hace unas semanas, exactamente el 15 de Noviembre, se cumplieron 17 años de mi primer y único viaje a Nueva York, la autodenominada, no sin razón, capital del mundo. Era 1995, y fue también, a pesar de los numerosos y muy diversos viajes que hice posteriormente y hasta el día de hoy, la única vez que he cruzado el gran "charco".
 
Recuerdo con especial cariño y sobre todo con añorada nostalgia aquel viaje. Y no sólo por el viaje en sí mismo, sino por la forma tan espontánea en la que surgió la idea, y sobre todo por la persona con la que compartí aquella pequeña locura, mi buen y viejo amigo Suso, así como por la forma tan metódica en que preparamos aquella aventura en unos tiempos en los que aún no había internet como lo conocemos hoy. Para haceros una idea, la reserva del hotel (un albergue YMCA), la hicimos llamando por teléfono desde una cabina de la Plaza Mayor de Valladolid. Si cierro los ojos ahora mismo nos veo a Suso y a mi junto a la cabina de monedas, con un inglés extremadamente limitado, preguntando por el auricular si alguien por allí hablaba español (con la enorme fortuna de que así fue).
 
Las calles, los monumentos, los metros que debíamos coger, los museos que queríamos visitar, y todo el plan de viaje lo fuimos decidiendo sobre un mapa gigante de Nueva York que montamos con más de veinte fotocopias A4 de trozos de mapas de una guía de la biblioteca municipal. Me entra la risa floja cuando me acuerdo de aquella "sábana", cuyo montaje fue una labor de chinos, pero cuya apertura para marcar lugares y rutas y vuelta a doblar y cerrar era trabajo todavía mucho más titánico...
 
El caso es que unas semanas después, nos plantábamos en Nueva York al estilo Paco Martínez Soria, salvando evidentemente las distancias ya que nosotros no llevábamos gallinas. No hace falta decir que fueron nueve días fantásticos que aprovechamos hasta la extenuación, y que al escribir estas líneas afloran cientos de recuerdos y anécdotas que llenarían varias páginas.
 
El primer recuerdo que tengo es el de grandes columnas de vapor saliendo de alcantarillas y rejillas por toda la ciudad, como en las películas que había visto tantas veces con Nueva York de fondo. A eso siguieron las primeras vistas de los rascalielos, los taxis amarillos, la quinta avenida...
 
 
 
 
Las Torres Gemelas lucían en todo su esplendor sin que los neoyorkinos imaginaran ni por un momento la tragedia que ocurriría años después. Su imponente silueta dominaba el skyline de la ciudad, y las vistas desde su terraza en la azotea eran absolutamente imponentes, como dan buena fe las pocas y viejas fotos que conservo de aquel viaje.
 
 
 
 
 
 
 
Hago aquí un inciso porque el tema de las fotos fue una de esas cosas que no se olvidan. Recuerdo perfectamente que compramos cinco cámaras de usar y tirar. La compra de aquellas cámaras de la ya casi desaparecida y en quiebra Kodak, fue en aquellos momentos la solución más cómoda y barata para dos veinteañeros que viajaban con no muchos recursos. Todavía oigo ese ruido de carraca cuando movías la ruleta para pasar el carrete y dejar la cámara lista para la siguiente foto. Ciertamente, nunca pudimos imaginar que de las cinco cámaras sólo se salvarían los carretes de dos de ellas (uno de fotos panorámicas). Para nuestra enorme decepción y frustración, al llegar a España tres de los carretes salieron completamente velados. Nunca supimos por qué, pero bien mirado, la verdad es que pudo ser peor, y al fin y al cabo ahora, 17 años después, podemos mostrar esas pocas fotos que se salvaron a los amigos, o incluso sacar algunas de ellas a la luz en este blog.
 
Aparte de este contratiempo, el resto del viaje fue una experiencia única e irrepetible. Central Park nos dejó mudos. Jamás habíamos visto un parque de tal extensión, ni un lago que se parecía más a un mar que a una laguna. Ni habíamos visto praderas y avenidas de tal tamaño. Ni una pista de patinaje sobre hielo como aquella, que superaba con creces cualquiera que hubiéramos visto hasta ese momento (si es que habíamos visto alguna antes de aquel viaje). Pasear un domingo de otoño por aquella maravilla de la naturaleza en medio de la ciudad más cosmopolita del mundo nos parecía entonces un lujo al alcance de muy pocos.
 
 
 

 
 
 
Para hacer todavía más especial el viaje, coincidió además una de las jornadas con el Día de Acción de Gracias, el día del año en que los norteamericanos se juntan con toda la familia, al estilo de lo que sería en España la Nochebuena. En el desfile por las calles de NY había más de un millón de personas, lo que lo convertía en el evento más multitudinario al que jamás habíamos acudido. Realmente espectacular, si bien es cierto que el resto del día la ciudad se quedó absolutamente muerta y vacía. Todo cerrado y ni un alma en la calle, y claro, las verdad es que primos o tíos en NY para ir a cenar pues no teníamos...

Aquel viaje fue uno de los que más me he reído en toda mi vida. Os podeis imaginar las cantidad de anécdotas que nos sucedieron a dos vallisoletanos en NY durante esos días. Esa señora que se encaprichó de la cazadora de Suso ("I like your jacket, I like your jacket"), o aquel zampabollos sentado a nuestro lado en el Madison Square Garden que necesitaba dos asientos y medio... Aquel callejón de poca confianza donde mi buen amigo se empeñó en hacerse una foto con una auténtica banda de raperos de aspecto poco amigable... Por no hablar de esos partidos jugados en la cancha de baloncesto situada en plena 4ªplanta del edificio del YMCA donde dormíamos, a los que llegábamos cada tarde agotados después de patear la urbe (yo más que Suso, que tenía, y aún tiene, mejor forma física que yo) y en los que nos dábamos unas soberanas palizas, que combinábamos con algún partido de voleyball, donde también se dió alguna anécdota que otra... O aquella mujer de la limpieza que nos empezó a gritar al estar limpiando y entrar nosotros en la habitación. Aún hoy creemos que es por el olorcillo que dejaron unas ropas sin lavar durante "unos" días. Un detalle sin importancia... ;-)


Suso (segundo abajo por la izda) y yo ( segundo de pie por la izda) en el pabellón del West Side YMCA.

En fin, ya tenía ganas desde hace tiempo de sacar esta historia (en formato muy abreviado) que me ha hecho sonreir e incluso soltar alguna carcajada mientras la escribía.

Esta entrada del blog, como no podía ser de otra manera, va dedicada al bueno de Suso. Ambos sabemos que algún día tendremos que volver por allí, y aunque cada día se vuelve un poco más complicado, todavía tenemos tiempo de sobra.

Hasta la próxima. Sed felices.
 
 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Síndrome de súbita tristeza postvacacional

 
 
INICIO.
 
 
Silencio.
Lectura.
Paseo junto al río.
Jacuzzi.
Relax.
Paz.
Jardín.
 
 
 
 
 
 
Silencio.
Suena un pájaro picapinos.
Siesta.
Sofá.
El conejo, el zorro, el gato y el perro.
Un poco de sol.
Más sol.
Silencio.
 
 
 
 
 
 
 
Más lectura.
Sauna.
Fotos.
Desconexión neuronal.
Sin cobertura.
Descanso, descanso, descanso...
Silencio.
 
 
 
 
 
FIN
 
:-(


domingo, 2 de diciembre de 2012

Budapest, el oxímoron perfecto (parte III)


Sí, lo sé, esta vez me he despistado un poco con las fechas, y la pereza ha podido conmigo, pero aquí está la tercera y última parte de mi particular y muy personal Top 10 de Budapest...
 
 
8 – La Plaza de los Héroes, el Parque Városliget y el Palacio de Vajdahunyad
 
La Plaza de los Héroes y sus alrededores son una de las zonas más visitadas de Budapest, por lo que no os sorprendais si al llegar allí veis aparecer continuamente autobuses repletos de rusos, españoles o japonenes que llegan en hordas a la citada plaza.
 
Aunque visitar esta zona - al igual que el resto de la ciudad - en Navidades tiene su encanto (como lo acredita estas fotos que tomé hace un par de años en la Plaza, el Palacio y el Parque), la verdad es que el verano nos muestra otra cara muy diferente y agradable, sobre todo para pasear en las zonas como ésta, rodeadas de hermosos parques.
 
 
 
 
 
 
La plaza, flanqueada por el Museo de Bellas Artes y el Palacio del Arte es un buen punto de partida para un bonito  paseo por el Parque Városliget, que encierra algunos tesoros como los Baños Széchenyi y sobre todo el Palacio (también llamado Castillo) de Vajdahunyad, flanqueado por un hermoso lago artificial junto al que si el tiempo acompaña, nos podremos sentar en uno de sus numerosos y confortables bancos para disfrutar de las vistas... y tomar un poco el sol (aquí os dejo otra fotillo exactamente en ese preciso lugar hace un par de veranos, vaya diferencia con las fotos de arriba, eh!...).
 
 
 
 
No me olvido tampoco de la enigmática escultura junto al mencionado palacio, una de las más famosas de Budapest, la de un personaje anónimo y sombrío, fotografiado sin cesar por los turistas, y con un simbólico significado para los húngaros como el cronista que relató los orígenes de la patria magiar.
 
 
 
 
Al igual que ocurría con el Parlamento, el Castillo y el Bastión de los Pescadores, os dejo en este caso que mireis las guías, que seguro que traen mucha y mejor información que las que os pueda dar yo aquí.
 
 
9 – Tomar un café en una librería.
 
Budapest, como otras grandes ciudades, tiene docenas de librerías. La mayoría no son especialmente antiguas o estéticamente muy diferentes a muchas de las que podemos encontrar en Madrid, por ejemplo. Sin embargo, muchas de ellas poseen maravillosos cafés en su interior donde sin problema alguno, podremos coger un libro y leerlo mientras degustamos tranquilamente nuestra bebida. Si os soy sincero, no he encontrado todavía un mejor sitio que estas librerías para tomar un largo café en la ciudad durante los fríos días de invierno.
 
Dos recomendaciones, ambas de la cadena Alexandra: La que se sitúa en Nyugati tér 7, con un pequeño y tranquilísimo café en su tercera planta, y la enorme librería situada en la no menos imponente e imperial Andrássy Útca (por favor, NO OLVIDEIS recorrer esta larga y lujosa avenida de unos 3 km llena de glamurosas tiendas e imponentes edificios hasta su final en la Plaza de los Héroes), cuyo café en la segunda planta está situado en un aristocrático salón que parece sacado de un palacio real, y si os parece exagerado, mirad las fotos.
 
 
 
Hay otras muchas librerías, algunas además recomendadas por las guías, y que no he podido visitar, como por ejemplo Massolit (en la foto), pero estoy seguro que cualquiera de ellas con un buen café en el interior merecerá la pena para reposar y coger aliento, que Budapest es muy grande y os harán falta buenos avituallamientos.
 
 
 
 
10 – Un restaurante y un bar para disfrutar fuera de los circuitos de turistas…
 
Por último, si lo que queremos es huir definitivamente de los circuitos turísticos y pasar un día alejado de japoneses haciendo fotos, os recomiendo un par de lugares ciertamente especiales, ya en las afueras de la ciudad y bastante distanciados entre sí, indicados únicamente (el que avisa no es traidor) para cuando las condiciones climatológicas sean como mínimo, primaverales...
 
En primer lugar, el Nancsi Neni, un restaurante típico húngaro, lo que en España podríamos asemejar a esos tradicionales merenderos de toda la vida, pero con un encanto absolutamente especial, con sus mesas de manteles a cuadros, su acordeonista propio amenizando la comida, sus pequeños detalles en cada rincón, y por supuesto sus deliciosos platos locales…
 
 
 
 
Como os digo, está muy alejado del centro, así que si quereis más información sobre cómo llegar hasta allí, aquí os dejo el enlace del sitio:
 
http://www.nancsineni.hu
 
Y después de comer, nada mejor que coger el autobús, coche o incluso mejor un taxi (el lugar está lejos) y evadirnos por un momento del mundanal ruido junto al Danubio para reposar nuestra comida, sentados en la terraza playera de un bar absolutamente bohemio y con un cierto toque de surrealismo mágico llamado Fellini Római Kultúrbisztró. Se trata de un viejo y auténtico carromato desde donde sirven unas estupendas limonadas (bebida nacional magiar en verano) mientras descansamos sobre unas desvencijadas pero cómodas hamacas sobre la misma playa. Lugar idílico y alternativo para una obligada siesta - escríbase “szieszta” en húngaro - tras el homenaje gastronómico.
 
 
 
 
 
La verdad es que un Top 10 se queda corto, pero incluso un Top 100 de Budapest se me seguiría quedando corto, así que ahora sólo os queda decidiros, buscar un puente apropiado para la ocasión, y comprar los vuelos con suficiente antelación para conseguir un buen precio. Wizzair y Ryanair son las dos compañías que vuelan a Budapest, y si somos capaces de llevar sólo equipaje de mano, por poco más de 100 euros podreis encontrar vuelos directos.
 
¡A distrutar!
 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Budapest, el oxímoron perfecto (parte II)

 
La semana pasada nos quedamos a medias, así que continuamos con esta lista muy personal de recomendaciones sobre Budapest...
 

4 – Las vistas nocturnas de la ciudad desde el Monte Gellért.
 
Al sur del Castillo se alza imponente junto al Danubio el Monte Gellért, lugar donde además del archiconocido y famoso balneario, se encuentra la antigua Ciudadela, una fortificación levantada por los Habsburgo a mediados del siglo XIX, y junto a ella, el Monumento a la Liberación también conocida como Estatua de la Libertad. Si bien tanto la fortaleza como la escultura tienen un cierto interés, son sin duda las privilegiadas vistas de la ciudad las que hacen de este lugar uno de los sitios imprescindibles en nuestra ruta por la capital magiar. Recomendado de día, y sobre todo de noche. No obstante, amigos, aunque parezca una perogrullada, si vais a ir de noche aseguraros primero que se encuentran iluminados los puentes y principales monumentos de la ciudad, de otra forma, me temo que poco vais a ver…
 
 
 
 
 
 
 
5 – Müvész Cinema
 
Para los amantes del séptimo arte, ésta es sin duda una parada obligatoria. Se trata posiblemente del cine más original de Budapest. Normalmente, aquí se pueden ver películas europeas muy diversas en versión original, y en bastantes ocasiones, cine español. El interior, donde podemos encontrar las taquillas, está decorado de forma abigarrada con todos los motivos cinematográficos que podamos imaginar, dándole al vestíbulo un cierto aire kitsch pero con un peculiar encanto que no deja indiferente. El compendio de artilugios va desde los viejos carteles de películas, hasta un vetusto coche, posiblemente parte de algún mítico rodaje.
 
Lo dicho, si tenéis tiempo suficiente, daros el placer de ver una película en este local, y si no, simplemente entrad a dar un garbeo, y sentaros un rato en uno de sus sofás para haceros unas fotillos, merece la pena. Está en Teréz Körút 30.
 
 
6 – Los transportes públicos.
 
La diversidad y el estado de los transportes en Budapest es un ejemplo más de esa delicada mezcla de los viejos y los nuevos tiempos. Os recomiendo que probéis todos. Sí, lo sé, parece una tontería ir a una ciudad patrimonio de la humanidad como ésta para perder el tiempo cogiendo transportes públicos por el mero hecho de conocerlos y no por precisar de un desplazamiento en sí, pero aquí he de confesar mi atracción fatal por las experiencias en autobuses, metros y tranvías que te permiten descubrir aspectos de la vida y rutina diaria de los húngaros que de otra manera, y en un corto viaje, sería imposible.
 
Empecemos por el tranvía, donde se combinan las modernas y eficaces líneas que recorren el centro con algunos un poquito más desvencijados que cubren otras rutas. En cualquier caso, es definitivamente una de las formas más rápidas de moverse por el centro de la ciudad y una de las preferidas por los turistas. Pero si lo que queréis es una ruta que os permita al mismo tiempo que os desplazais, disfrutar del viaje y de las vistas, nada mejor que coger el tranvía nº2 desde Boráros Tér hasta el mismo Parlamento en un estupendo viaje junto al Danubio con unas magníficas vistas de toda la parte de Buda (¡no os olvidéis sentaros del lado del río!). Esta ruta fue considerada por National Geographic como una de las 10 rutas en tranvía más bellas del mundo. ¡Ahí es nada!
 
 
 
El metro es otro de los medios de transporte más utilizados en Budapest, aunque ciertamente son menos cómodos para desplazarse por el centro que los tranvías. Consta únicamente de tres líneas (M1, M2 y M3). La línea M1 está considerada la primera línea de metropolitano de Europa y sus diminutas estaciones son auténticas piezas de museo que datan del siglo XIX, lo que las convierte en el principal atractivo de esta línea. Todas las estaciones son iguales, y he de reconocer que tienen un encanto especial. Además, sus vagones son de madera. Os recomiendo un paseo en esta línea. En cuanto a las líneas M2 y M3, algunos vagones parecen – y posiblemente es así – pertenecer a la época comunista. Aún así, son rápidos y muy útiles para desplazarse fuera del centro de la ciudad.
 
 
 
 
 
Los autobuses son posiblemente el medio más habitual de desplazamiento de los habitantes de la capital, pero a diferencia de los tranvías hay muchísimos más y para el turista resultará sin duda más complejo conocer con exactitud sus recorridos, por lo que encontrareis pocos extranjeros aventurándose en estas líneas. Sin embargo, es donde podréis de verdad apreciar el modo de vida de los aquincenses (este curioso gentilicio proviene de la antigua ciudad romana de Aquincum, origen de la actual Budapest, aunque mi madre les llama "budapestanos"...). En cualquier caso ya os advierto que no espereis unos autobuses muy modernos.
 
Por último hablaré de los “prehistóricos” trolebuses, autobuses con enganche eléctrico (como los tranvías) que parecen sacados de otra época, lo que les confiere un estatus de “transporte en vías de extinción” que hace que les haya cogido un especial cariño. Me fascina la tremenda brusquedad de sus arranques y frenadas, su estado destartalado como si fuera a desmontarse completamente en cada parada, y sobre todo, la casi imposibilidad de ver algún turista en ellos. No puedo evitarlo, y es que son realmente genuinos.
 
7 – El Castillo Real, el Bastión de los Pescadores y el Parlamento.
 
Sin duda, estos son los tres monumentos más visitados de Budapest, y que figuran por tanto en todas las guías de esta ciudad, por lo que seré breve. El Castillo y el Bastión de los Pescadores forman parte de la zona noble y más antigua de la ciudad, en Buda. Caminar por sus calles y entre sus edificios es retroceder en el tiempo hasta finales del siglo XIX. Un paseo por esta zona de Buda, es sin duda altamente recomendable.
 
 
 
 
 
El Parlamento de Hungría es el monumento más impactante de toda la ciudad. Bellísima obra maestra de estilo neogótico y construida a finales del siglo XIX, es sin duda el símbolo por excelencia de Budapest. Algunas de las mejores vistas del emblemático edificio se obtienen desde el Puente Margarita y desde el Bastión de los Pescadores. Una visita al interior es siempre recomendable, aunque para ser honesto enseñan menos de lo que me gustaría. No obstante, reservad primero por internet si no quereis hacer interminables colas...
 
 
No me detengo mucho más en estas tres maravillas. Como os he comentado, no hay ninguna guía que no haga una explicación exhaustiva y detallada de estos monumentos, así que podréis encontrar información detallada en cualquier de ellas.


Como no hay dos sin tres, os emplazo en una semana a leer - si aún seguís ahí - la última parte de este larguísimo y muy personal post del blog...

Keep smiling. See you soon. :)


lunes, 29 de octubre de 2012

Budapest, el oxímoron perfecto (parte I)

 
Si hay una capital europea que causa emociones enfrentadas, esa es, con el permiso de Lisboa, la ciudad de Budapest. Nadie queda indiferente ante la que fuera la segunda ciudad más importante del Imperio Austrohúngaro. Ocurre que donde algunos sólo ven decadencia u oscuridad, otros encuentran belleza y luz. Donde algunos observan decrepitud, otros se asombran por su hermosura. Y ocurre a veces, como es mí caso, que la conjunción de todas esas características se torna en una combinación cautivadora e hipnotizante que me tiene atrapado desde hace un tiempo.
 
Bella decadencia, hermosa decrepitud, luminosa oscuridad… Budapest es sin duda la representación física del oxímoron perfecto.
 
Si la memoria no me falla, son ya diez las veces que he visitado la capital de Hungría, miembro del listado de ciudades Patrimonio de la Humanidad, y me apetecía desde hace tiempo hablar de sus encantos, siempre desde un punto de vista muy personal que podría describir como la mezcla de la visión del turista habitual con aquella del que comparte con esta ciudad un pedacito – grande- de corazón.
 
Lo que figura a continuación son 10 propuestas sobre cosas que ver y que hacer si alguno de vosotros se anima a viajar a Budapest, acompañadas por las fotos que he tomado en cada uno de mis viajes a esta maravillosa ciudad. Algunas de mis recomendaciones no son nada originales, y las podréis encontrar en cualquier guía turística de la capital magiar. Sin embargo, he querido incluir otras proposiciones un tanto alternativas y poco habituales que con seguridad no figuran en las guías, y que sin embargo desde mi humilde prisma merecen la pena igual o más que el resto de propuestas.
 
Una ciudad de casi dos millones de habitantes tiene muchísimo que ver, así que no me cabe la menor duda que me voy a dejar en el tintero con toda seguridad docenas de joyas que por espacio, más que por desconocimiento, no puedo añadir. Imagino que lo mismo les ocurre a esos editores de las guías top 10, o similares, a la hora de recopilar esas listas. Y es que para gustos se hicieron los colores…
 
Pues – en un orden no necesariamente de importancia o interés - vamos allá con esa lista.
 
1 - Los patios interiores de los edificios en Pest.
 
Budapest es una ciudad arquitectónicamente grandiosa. Para los que no conozcan la ciudad, ésta se encuentra dividida por el Danubio. A uno de los lados, se encuentra la parte más antigua y noble, Buda, con su vieja ciudadela y su castillo, y al otro lado, la parte “nueva”, Pest, con su imponente parlamento y llena de enormes avenidas y de viejos edificios fastuosos, herencia de tiempos mejores, que nada tienen que envidiar a los que puede haber en Viena, París, etc… Cada uno de estos edificios es un mundo aparte. Tras sus fachadas desconchadas y en algunos casos aspecto desolador, se encuentran a veces auténticos tesoros…
 
Sin duda, colarme en los patios interiores de estos enormes edificios de Pest es uno de mis pasatiempos favoritos. En el momento que veo un portal abierto, no puedo evitar entrar cual ladrón sigiloso cuyo objetivo no es llevarse nada sino contemplar la mella que el paso del tiempo ha dejado en esos viejos pero fascinantes interiores, e imaginar fácilmente cómo debieron ser en su momento de máximo esplendor. Si también sentís fascinación por esa mezcla de contrastes descrita al principio de este post, no dejéis de entrar a la primera oportunidad que encontréis. Altamente recomendable, de verdad.
 
 
 
 
 
 
 
2 – El Gran Mercado Central
 
Cuando queremos conocer cómo viven los habitantes de una ciudad y pretendemos adentrarnos un poco más en su rutina diaria y empaparnos de su cultura, no hay nada mejor que acudir a los viejos y tradicionales mercados. Allí podemos observar a los paisanos de toda la vida, los que han acudido desde niños y lo siguen haciendo hasta la vejez. Me ocurre incluso en mi ciudad, donde no dejo de sorprenderme cada vez que acudo al viejo Mercado del Val para enseñarlo a los amigos foráneos que nos visitan, y es que en ningún lugar como en estos viejos mercados se respira la tradición y el modo de vida – cada vez más en peligro de extinción - de los habitantes de una ciudad. Reconozco que siento una desmedida pasión por estos lugares.
 
En Budapest, el Gran Mercado Central (Központi Vásárcsarrok) está situado en un emblemático edificio de más de 100 años junto al Danubio, y casi al lado del Puente de la Libertad (Szabadság Hid), por lo que no tendréis problema en localizarlo. Os aconsejo deteneros en cada uno de sus puestos, ver sus frutas, sus verduras, deleitaros con sus especias… Incluso descansar algunos minutos en los pasillos laterales de su primera planta a observar el movimiento del gentío de los locales mezclados con los turistas, sentados en un taburete de alguno de los diminutos bares que allí se encuentran. Ya os adelanto que la comida húngara no es demasiado diferente de la española, sobre todo cuando hablamos de guisos, donde la forma de cocinar es muy similar, a excepción de un mayor uso del “paprika” omnipresente en prácticamente todas sus especialidades. También visitando este mercado podréis comprobar por vosotros mismos que en lo que respecta a quesos y embutidos, ambos son de exquisita calidad y no tienen nada que envidiar a los nuestros, a excepción de nuestro jamón ibérico, evidentemente sin parangón en el mundo.
 
 
 
 

 
 
3 – La Isla Margarita
 
Si tengo que elegir un lugar por donde pasear en Budapest durante los meses de primavera y verano, ese lugar sin duda es la Isla Margarita. Esta singular isla en el medio del Danubio tiene una longitud de casi tres kilómetros, a lo largo de la cual se suceden parques, praderas, zonas deportivas e incluso de ocio con bares y terrazas donde permanecer hasta bien entrada la noche. En los meses más calurosos (Budapest no tiene nada que envidiar a España en cuanto a calor en verano), la Isla Margarita se convierte en una fiesta de colores, de juegos, de gente haciendo deporte. Su pradera central me recuerda enormemente, aunque en menor magnitud, a la de Central Park. El acceso con vehículos está prohibido salvo los autobuses que te dejan en el comienzo de la isla, así que prepárate a disfrutar de un agradable paseo en un entorno de plena naturaleza.
 
Las fotos, tomadas en verano y también en pleno invierno (éstas las reconoceréis rápido), dan buena muestra de todo lo que os cuento. Si andar no es lo vuestro, también existe la posibilidad de alquilar esos “carricoches” a pedales para dos e incluso cuatro personas, que además de evitaros las caminatas, os permitirá dar rienda suelta a vuestro instinto de Carlos Sainz o Fernando Alonso. Eso sí, a base de pedalear y pedalear…
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Y el resto de la lista... dentro de dos semanas. Mientras tanto, sed felices.
 
Besos y abrazos.