domingo, 2 de septiembre de 2012

Aquella noche había llovido

“Aquella noche había llovido”.
 
Aquí acaban siempre todos mis intentos por escribir un libro. Vale, reconozcámoslo, muchos esfuerzos no he hecho, más allá de pasarme horas pensando sobre ello. Bueno, al menos tengo una frase, aunque para ser honesto, no dice mucho. Eso sí, en mi defensa he de decir que en estos años he hecho algunos avances meritorios, y han ido apareciendo sucesivas variaciones del comienzo:
 
“Aquella noche había estado lloviendo”.
 
“Aquella noche estuvo lloviendo”.
 
y la más arriesgada tras varios meses de vanas y fútiles combinaciones…
 
“No había dejado de llover en toda la noche”.
 
Al final (por favor decidme que coincidís conmigo), me sigo quedando con la primera, pero diré que estoy muy orgulloso del trabajo realizado hasta ahora en busca de un buen arranque. Sin un comienzo claramente definido, es difícil tener una continuación… Duro trabajo el del escritor de novelas.
 
¿Y el título? Pues la verdad es que no me preocupa mucho el título. ¿Y la historia? Tampoco sé qué contendría, ni mucho menos de qué o quiénes hablaría. Por supuesto, no hace falta decir que ni siquiera tengo un esbozo del argumento. Pero ahora sí estoy seguro que empezaría por esa frase.
 
“Aquella noche había llovido”.
 
Imagino invariablemente a un hombre como protagonista principal, probablemente de mi edad, aunque las pocas veces que le veo en mi mente, me resulta especialmente difícil establecer con precisión qué años tiene. Mediana estatura, o quizás un poco más alto. Su complexión es normal. No es especialmente delgado, aunque a primera vista lo parece. Sin embargo, hay un matiz en su figura que sin saber exactamente qué es, me produce un cierto desasosiego. Está muy lejos de ser un sujeto que pase desapercibido, eso seguro. Su pelo es moreno y muy largo, recogido en una coleta y sin un atisbo de brillo. Lo veo en este inicio del libro abatido, cansado. Si miro de nuevo y presto más atención, observo algún detalle más. El extremo de un tatuaje asoma por su cuello. Es difícil averiguar de qué se trata, pero parece extremadamente elaborado. Me intriga. Tendré que pensar más sobre ello.
 
Pienso también en su apartamento. Oscuro, con poca luz. Un edificio muy alto, gris, arquitectura moderna basada en el cemento como elemento decorativo. El bloque de viviendas se mimetiza con otros iguales a su alrededor. El cemento gana, el cristal y los colores pierden. Aquí vive mi personaje.
 
Posiblemente es otoño, ya casi acariciando el invierno. Sí lo sé, la lluvia de la primera frase podría ser la de una tormenta de verano, siempre inesperada, siempre refrescante, pero algo me dice que no hace mucho calor al comienzo de esta historia, y tampoco consigo captar el fuerte olor a tierra mojada que dejan los chaparrones veraniegos, así que, amigos, no es verano.
 
Quizás la historia se sitúa en París, quizás en Nueva York, o cualquier otra gran ciudad. Aquí tengo muchas dudas. Lo que es seguro, es que no consigo imaginar al principal actor de la novela en un pueblo de Castilla o una villa de la Toscana.
 
Aún es pronto para saber la época en la que se desarrolla la historia. Claro que, en mi caótico desorden de ideas, causa precisa de mi incapacidad para poder escribir un relato coherente, cruza por mi mente la idea de futuro. Posiblemente finales del siglo XXI (a veces me digo a mi mismo que debo sacarme la influencia de Blade Runner si quiero algún día intentar escribir de verdad...).
 
En cualquier caso, siento también que mi personaje tiene una tarea por delante, un reto, un desafío que le obligará a aparcar la vida que llevaba. El sacrificio será duro y no habrá vuelta atrás. Pienso asimismo que esto no es muy original, y que no diferenciaría demasiado a esta novela de otras, pero es evidente que no puedo pretender que mi no-libro sea un best seller empezando con la ya archiconocida frase…
 
“Aquella noche había llovido”
 
Ya está. Lo vuelvo a ver. Veo cómo observa la calle mojada en esa primera escena del libro. Una mano apoyada en la ventana, mientras algunas gotas de la lluvia aún resbalan sobre la superficie del cristal creando carreras figuradas que siempre terminan en el mismo lugar. La otra mano, en un gesto de resignación, agarra su nuca. La cabeza inclinada, la mirada perdida, vacía. La cortina, vieja y raída, está a medio correr. Al interior no pasa más que una luz tenue, y se pueden ver los débiles rayos iluminando el salón. Aún no ha amanecido completamente.
 
Huele a café. Me digo a mi mismo que esto tampoco es original, pero en la escena huele a café. Qué le voy a hacer. Lo que es seguro es que no hay cápsulas, ni máquinas modernas. Lo más que alcanzo a ver en la primera página del libro nunca empezado es una vieja máquina de café, de principios del siglo XX. Esto me despista. ¡Qué contradicción!. Futuro, pasado, presente. Dejaré la ubicación temporal de la novela para más adelante…
 
Si cierro los ojos otra vez puedo ver el interior del salón. No hay colores. Quizás el libro sea en blanco y negro. Vaya, qué tontería, todos los libros se escriben en blanco y negro. Las paredes están cubiertas con papel pintado, recordándome por un momento el estilo psicodélico de primeros de los años 70, pero con tonos tristes y apagados. El sofá, cubierto con una austera manta, confirma mi impresión de que el apartamento donde vive mi personaje es todo menos un hogar. De nuevo me ataca la obsesión por conocer el momento, pero es muy difícil saber con precisión la época en la que se desarrolla la historia. Pese a las pistas del decorado de la pared, me temo que el exterior del edificio y, sobre todo, algunos objetos que no logro identificar en el salón, hacen la escena muy confusa.
 
Abro los ojos de nuevo. Una pena, porque esa inspiración acaba de desaparecer. Ha sido el enésimo intento. Esta vez ha sido muy intenso, pero nunca logro que sean más de treinta minutos de inspiración. Algún día puede que visualice algo más, alguna clave que me de los indicios suficientes para empezar a escribir… dos páginas.
 
Pero al final, como casi siempre, pienso, imagino, fabulo… y no escribo nada. Menos mal que esta vez tenía el blog a mano.
 
“Aquella noche había llovido”
 
Hasta la próxima. No dejéis de leer, escribir, cantar, bailar, saltar, actuar, sonreir, reir... que la vida pasa en un momento.


6 comentarios:

  1. Aquella noche había llovido....
    > el cesped olía a recién cortado...
    > el agua corría por las aceras como huyendo de los pasos ligeras de los paseantes.....

    hoy 2 ideas... elige una....y seguimos !!!!!

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    1. Mmmm, ese cesped con olor a recién cortado es inspirador...
      Sr.Jazz, gracias por las ideas, veo que tu también tienes frases para empezar otro no-libro fascinante. Da gusto ver que este pequeño texto abre a otros las ganas de escribir. Pensaré sobre esa frase.
      Al final, como dicen más abajo, vamos a tener que montar un sistema para escribir un libro en comunidad...
      Empiezo a pensar que no estaría nada mal.
      Cuídese usted mucho.
      Un abrazo de Will

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  2. eso, que cada uno ponga una frase y asi escribimos el libro entre todos !
    Mixta

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    1. Vaya, vaya, Srta.Mixta, qué expectación ha levantado este artículo...
      Tomo nota de la propuesta y creo que, como digo arriba, la idea no estaría nada mal. Hay que sacar todo eso que llevamos dentro!!!

      Pensaré en este proyecto de no-escritores escribiendo un no-libro. Me encanta la idea.

      Tendréis noticias mías pronto aquí sobre el proyecto. :)))

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  3. Yo creo que te tiene que olvidar de Blade Runner definitivamente.

    Terminas tu blog con una frase llena de actividad ("saltar, cantar, bailar, reir, sonreir, actuar, etc"). Todas son acciones de movimiento y alegría. A este tío le estas metiendo en una habitación más rancia que un queso viejo y un ambiente de lo más triste.

    Busca una historia con movimiento, que eso es lo que tu promueves. Ponle nombre, que te ayudará a pensar mejor en el personaje. Basa la historia en tus propias aventuras (que tienes un rato). Además eso te sirve para localizar mejor los escenarios.

    Se me ocurre una historia raruna. Un tío le da por irse solo a realizar una ruta por ..mmmmm... Gales vamos a poner. Se encuentra en un entorno desconocido, conoce gente, lugares desconocidos,etc.. Pueden pasarle multitud de cosas, como que le pase algo en el viaje o pase algo en su pais o familia que le obligue a volver. O que conozca a gente extraña o no extraña. ¿ Que hubiera pasado si este tío se queda una noche a la intemperie, tirado entre los acantilados, sin ayuda? ¿O si se hubiera perdido por no seguir la ruta adecuada debido a la niebla o a la lluvia?. ¿O si un tal Rajoy recorta los vuelos entre España e Inglaterra y ese mismo tío no puede regresar a su casa, ja,ja (Esta historia esta por llegar, no tardará mucho)?

    Anda mira, si la historia podría empezar por "Aquella noche había llovido....Jim Wanderlust se encontraba aislado en los acantilados....", je,je,je

    Y si encima pones un personaje femenino que conoce durante la aventura, sería el acabóse. Podrías llamarla por ejemplo..., bueno busca tu el nombre.

    Jorge

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    1. Bueno, olvidarme de Blade Runner será difícil, y más ahora cuando una encuesta de EL PAIS la considera entre las 4 mejores pelis de la historia... :) Pero qué conteto estoy!

      Da gusto recibir tantas ideas, así que gracias por tus aportaciones, que creo son muy interesantes. He recibido aquí en el blog algunas ideas tb, otras por emails privados, y están los que me lo comentan en el curre. Incluso me han enviado tres nuevas frases para empezar el famoso no-libro, jajajaja, que si ya me cuesta con una, pues fíjate con tres!!! Ufffff!

      Lo de Rajoy dejando tirado al protagonista por recortes en los vuelos podría ser interesante, jajaja. Tomaré nota de cambiar el tono de la historia, pero ten en cuenta que es sólo el principio, y que seguro que esto se torna mucho más "colorido" y "aventurero"...

      Ah, y por cierto... FELICIDADES!!!!

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