Como dice un buen amigo, la vida
es una enorme colección de fascículos, pero al contrario que esas colecciones
de los quioscos, en este caso no hay dos capítulos con el mismo número de
páginas, ni siquiera se entregan con la misma periodicidad. Me encanta esta
definición. Es una colección que podemos hacer tan compleja o tan simple como
queramos. Podremos compilar unos pocos episodios hasta el final de nuestra
vida, o por el contrario, podremos decidir que sean muchísimos y más cortos.
Algunos fascículos podrán ser largos y tortuosos, otros efímeros, pero vitales
e intensos. O por el contrario, muchas vidas estarán compuestas de momentos
breves y dolorosos, y otros mucho más longevos y felices. Lo que es seguro es
que no habrá nunca dos colecciones iguales, y eso, sin duda, es lo maravilloso
de esta vida.
Sería difícil decir aquí cuantos
fascículos de esa vida escribimos nosotros, y cuantos nos vienen escritos.
Entraríamos en un eterno debate sobre quién guía nuestras vidas. Sobre si
realmente decidimos, o deciden por nosotros. Sobre el miedo a lo desconocido,
sobre el temor a dar pasos fuera de nuestro círculo, sobre tantas y tantas
cosas... Y sinceramente, tampoco creo que merezca la pena pasar demasiado
tiempo pensando en ello. Cada minuto que pensemos, es un minuto menos que
disfrutaremos de lo que pasa a nuestro alrededor. Y os aseguro que, si algo me
ha enseñado este blog, es que cada segundo suceden cosas extraordinarias, y si
sólo nos centramos en el movimiento de la aguja del reloj, quizás nos perderemos
la belleza del reloj en sí mismo. Y aún coincidiendo con muchos en que a veces
es frustrante saber que el miedo nos atenaza para escribir ese increíble fascículo
que siempre quisimos tener en nuestra colección, hay otros capítulos más
sencillos y muy hermosos que podemos ir escribiendo mientras tanto, esta vez
sí, nosotros mismos.
Y realizar este blog ha sido para
mí, sin duda, un fascículo realmente extraordinario, aunque siendo sincero, no diré
sencillo, porque como ya dije hace muchos meses, la maldita pereza y la
procrastinación, compañera perenne de mi periplo por la vida, no ha ayudado en
demasía a ir cumpliendo con mi cita con la escritura...
A estas alturas me resulta
difícil acordarme de cuales eran los objetivos de este blog, pero no pienso
volver a leer aquella primera entrada en la que hablaba de ellos, no sólo
porque quizás me decepcionaría ver que no se han cumplido, sino porque prefiero
ahora pensar en todo lo bueno que me ha proporcionado.
Diré que me ha servido para
sentirme mejor, para expresar sentimientos que de otra manera no hubiera podido
comunicar, para extraer de mi un inesperado placer por la escritura, para disfrutar
como nunca con la fotografía, para observar como nunca antes los pequeños
detalles, para recuperar el contacto con viejos y entrañables amigos, para
descubrir excelentes personas que han querido compartir conmigo algunos de
los fascículos de sus vidas, y también para estar mucho más cerca de mi maravillosa
familia.
Soy un tío afortunado, enormemente
afortunado. Estoy rodeado de gente extraordinaria, y no puedo evitar sentirme en deuda
con todas las personas que me ha acompañado durante esa larga colección de fascículos
que ha sido mi vida hasta ahora.
El caso, amigos, es que es hora
de escribir nuevos fascículos, y por eso este blog pasa hoy a mejor vida. Qué gozada ha
sido compartirlo con vosotros, no lo sabéis bien. Y quien sabe, quizás vuelva
con otro blog, quizás no, quizás encuentre nuevas formas de expresar lo que
siento, lo que veo, lo que respiro… y compartirlo con vosotros, y espero que
para entonces sigáis ahí.
Sed felices, y si podéis, hacedme
un favor: haced un poco felices a los que tenéis alrededor, no cuesta tanto.
Isra&Jim, Jim&Isra, tanto
monta, monta tanto…